sábado, 12 de noviembre de 2011

Conectar ciudadanía e igualdad


Nadie que no sea un necio puede encontrarle aspectos negativos a la entrega de netbooks para estudiantes secundarios de escuelas estatales.
No obstante, está claro que los necios no existen, pero que los hay, los hay.
Frases como “yo me rompí el alma para comprarle la máquina a mi hijo y ahora a estos se las regalan” han levantado la voz de las clases medias, temerosas de la cada vez más amenazante igualdad del próximo.
Pero las que más me molestan son las distintas variantes del mismo prejuicio. A modo de ejemplo, sólo van algunas:
1-     “como la reciben de arriba estos negros la hacen guita en seguida”
2-     “andá dentro de unos meses a las villas y conseguís las netbooks a dos mangos”
3-     “les van a dar algo de tanto valor y estos ni la van a cuidar, las cambian por un celular o un par de zapatillas”

Y otra sarta de afirmaciones similares, que han sido refutadas de a una a medida que fue avanzando el Programa Conectar Igualdad.
Ya no sólo quienes recorren escuelas pueden ver que los chicos aprenden, trabajan, cuidan y valoran sus netbooks: las llevan a todos lados, las usan, comparten cosas dentro y fuera de las aulas y de las escuelas.
Hay artículos periodísticos e investigaciones que ya dan cuenta de la forma en que estas máquinas y todo lo que traen asociado (capacitación, programas especiales para trabajar en el aula, encuentros de docentes, estudiantes y familias, etc.) están modificando la dinámica de las escuelas. 
Y se van derribando mitos respecto de todo lo malo que ellas traerían aparejado. Hasta los más escépticos no pueden dejar de reconocer que están pasando cosas buenas con las “maquinitas”.
También sabemos que Conectar Igualdad está modificando la dinámica de los hogares, de las familias, para las cuales las netbooks son patrimonio familiar. Las usan los chicos que van a la secundaria, pero también les enseñan a las mamás y papás, las prestan a los hermanitos menores, las comparten como se comparte todo.

Y un aspecto menos relevado es la forma en que este Programa construye ciudadanía. 
La igualación que traen aparejada viene asociada a una serie de derechos y obligaciones, que los chicos y las familias han entendido perfectamente, y que empieza a presentar consecuencias concretas en la escolarización y el egreso. Si la netbook es patrimonio familiar, las obligaciones y derechos asociados a ella también lo son.

Y es entonces, es ahora, cuando empezamos a ver empíricamente que el Programa Conectar Igualdad genera más cosas positivas de las que se preveían.

Y es entonces, ahora, que vas en el tren y ves a dos pibes adolescentes y sus hermanitos menores usando la netbook, felices, y les pedís que te dejen sacarles una foto. Porque te emociona, porque es hora de compartir la felicidad de la igualdad, porque esta imagen es parte de lo que siempre peleamos por ver.

Y es entonces que todas las frases prejuiciosas se caen sin tener que empujarlas mucho, se rinden sin pelear.
Así sea.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Derechos sexuales, educación y ciudadanía


En estos días volví a escuchar hablar sobre las bondades de la educación sexual, especialmente en relación al debate a favor y en contra de la despenalización del aborto.
Y estoy de acuerdo, aunque hay algunas cosas que creo necesario aclarar, porque la educación sexual en el sentido restringido que hasta ahora conocemos, no sirve, evidentemente, para discutir estas cosas.
Cuando pregunto a docentes, trabajadores de la salud, vecinas, madres de niños y niñas que van a la escuela con mi hija, resulta que “educación sexual” significa hablar solamente de tres cosas: 1) sistemas reproductores femenino y masculino, 2) métodos de anticoncepción y 3) ETS (enfermedades de transmisión sexual).
Y se me ocurrió que podrían y deberían (de acuerdo a la Ley de Educación Sexual Integral, vigente desde 2006) aprender otras cosas.
Creo que los jóvenes deberían poder conocer, saber y hacer otras cosas en relación con su sexualidad y la de otros. Y saber que su sexualidad es una expresión de su cultura, su tiempo, su espacio, que no siempre fue ni será igual.
Un/una joven educados sexualmente deberían poder contar, por ejemplo, con elementos para analizar críticamente los mensajes publicitarios, donde el sesgo discriminador por género es tan fuerte como hace cien años.
Deberían poder negarse a consumir programas que inferiorizan a la mujer, estigmatizan al gay, ridiculizan al travesti y eliminan la sensibilidad del hombre, o directamente le demandan violencia..
Deberían poder también argumentar sus decisiones y elecciones sexuales, desde reconocerse como ciudadanos con derechos, básicamente el derecho a la identidad.
Deberían poder oponerse, pedir ayuda y/o reaccionar ante agresiones, abusos y atropellos vinculados a la condición sexual, ya sean mujeres, hombres, travestis, gays.
Deberían poder elegir y decidir cuándo, cómo y con qué espacio de tiempo tienen hijos. 
Deberían también poder argumentar, como ejercicio de ciudadanía, porqué están a favor o en contra de despenalizar el aborto, del matrimonio igualitario, y otros temas, para evitar ser manipulados o llevados en micros (como sucedió el año pasado con muchas escuelas católicas y sus alumnos) a protestar en las calles por cuestiones en las que no pueden disentir, ni siquiera discutir. 
Por suerte la Ley de Educación Sexual Integral también está lejos de considerar que sólo somos un cuerpo, con impulsos animales y objeto de intervenciones farmacológicas. 
También hay que sincerarse: este enfoque aún está lejos de las aulas.
Y la Ley dice que todos tenemos (adultos, niños y jóvenes) derecho a una educación sexual integral en las escuelas. Si, en las escuelas.
Y de verdad creo que toda educación sexual no es otra cosa que una educación ciudadana, una educación en derechos.
Y voy a ir más lejos, con una afirmación que espero se discuta: uno siempre hace "educación sexual": con lo que dice, con lo que no dice, con lo que hace y lo que deja de hacer. En casa, en el trabajo, en el aula. 
Por eso creo que TODA EDUCACIÓN ES SEXUAL.